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Normalmente por cada hombre que llega a recuperación, llega una o dos mujeres. ¿Porque será? Si el inicio del consumo es muy similar y la tendencia a desarrollar dependencia, al menos en el alcohol es mayor en las mujeres por temas relacionados al género. Alejandro García Araneda

SÍ, LA MUJER ES DIFERENTE…

Por: Alejandro García Araneda 

Hace poco en una sesión grupal, le comentaba a una residente apasionada por el tema, una opinión que he recogido de los años dedicado al tema de la recuperación. Las mujeres son diferentes, quienes toman la recuperación en serio se vuelven apasionadas, firmes y dedicadas, con un grado de compromiso a veces desconocidos para los hombres. Funciona, si funcionan mejor en muchos niveles, la dedicación y la pasión por el nuevo camino, es fruto de las dificultades que enfrentan.

Normalmente por cada hombre que llega a recuperación, llega una o dos mujeres. ¿Por qué será? Si el inicio del consumo es muy similar y la tendencia a desarrollar dependencia, al menos en el alcohol es mayor en las mujeres por temas relacionados al género.

Seguramente el peso que tienen las mujeres que han desarrollado dependencia a una sustancia es mayor, por el complejo papel que se les ha atribuido. Culturalmente es así, socialmente es aún peor. Voy a compartir con ustedes datos publicados en un libro editado en España sobre mujer y dependencia. En ese país están muy adelantados en comparación al nuestro en cuanto a estrategias de prevención e investigación, porque es la entrada de droga a Europa y durante años han desarrollado programas de prevención a todos los niveles.

Iniciamos el análisis de factores y consecuencias desde el área social porque es fundamental para la comprensión de las características y dinámica que presenta la mujer adicta.

Lo social es el marco e influye como antecedente y consecuente. Como antecedente porque las creencias sociales y estereotipos definen la diferente percepción social de las personas en función del género. Y como consecuente porque incide de forma específica en cómo van a ser las relaciones con este colectivo.

A propósito de las consecuencias y factores sociales implicados en el consumo queremos destacar lo siguiente:

A pesar de que la mujer con consumo de experimentación viene progresivamente igualando el inicio y la prevalencia de consumos en relación a los varones, detecta las consecuencias negativas del consumo de sustancias antes que éste, “Encuesta sobre drogas a la población escolar del 2002” Comunidad de Madrid, Informe Final sobre todo si se trata de sustancias ilegales, lo cual resulta por una parte ser un factor de protección para el conjunto de mujeres en relación a las adicciones, pero excluye más a aquellas que se incorporan al circuito del abuso de sustancias. En relación con esta cuestión y respecto a las drogas ilegales, la percepción de riesgo por parte de las mujeres jóvenes permite que desarrollen estrategias de control y limitación de estas situaciones. Esta cuestión es corroborada por la Encuesta Escolar del año 2000 elaborada por el Plan Nacional sobre Drogas donde se indica que:

  • No existen diferencias significativas por sexos en las edades de inicio al consumo de las distintas drogas, si bien la proporción de consumidores es superior en los chicos para todas las drogas ilegales. Este aspecto es también corroborado en 2002.
  • La actitud de los padres hacia los consumos es más restrictiva en los escolares de menor edad y en las chicas, salvo en el tabaco donde los padres se mostrarían más permisivos con éstas.

La mujer con consumo abusivo o dependencia a sustancias psicoactivas, además de la pérdida de recursos personales, familiares y sociales común a todos los consumidores, soporta un diferente juicio social por la asignación del rol de género; de hecho, el uso de drogas ilegales es visto en la sociedad con mayor desviación en la mujer que en el varón. (Inciardi et al 1993).

El consumo abusivo de sustancias y/o la drogodependencia no es un fenómeno homogéneo; los recursos y capacidades personales, familiares y sociales mantienen una perspectiva individualizada de los problemas tanto en varones como en mujeres.

Pero también es cierto que las creencias sociales sobre los sexos y el proceso de socialización diferencial del niño y de la niña, genera una presión social hacia la mujer significativamente homogénea, que según diferentes autores se concretaría en los siguientes aspectos:

  • Soporta mayor presión social, al valorarse con mayor prejuicio su abuso o dependencia a sustancias. E. Etorre (1998) refiere en relación con las mujeres, que existe a nivel social reprobación y rechazo.
  • El estudio exploratorio realizado por el Instituto de Adicciones en el año 2003 sobre características diferenciales de la mujer drogodependientes recoge que:

– El 90% de las mujeres perciben que se les culpa más que a los varones del consumo de drogas, aspecto que ratifican el 28 % de los varones.

– El 84% de las mujeres perciben que las consecuencias del consumo son más negativas para ellas que para los varones.

  • Mantiene mayor sentimiento de culpabilidad, al haber interiorizado la valoración social, incidiendo de forma significativa en su autoconcepto y autoestima.
  • La negativa valoración de sí misma, incide directamente en la percepción de su imagen corporal. Asimismo, presenta un bajo concepto de autoeficacia y una actitud pesimista de la posibilidad de cambio (NIDA 1994).
  • El reconocimiento del consumo provoca un mayor coste social en comparación con el varón, poniendo en duda la competencia en su rol como mujer, madre, pareja, etc En este sentido E. Etorre (1998) indica que socialmente la mujer bebedora ha fracasado como mujer, ha perdido su feminidad.
  • La valoración específicamente negativa de la conducta de consumo en la mujer, facilita el desarrollo de estereotipos. En el caso de la mujer drogodependiente, además de los que habitualmente se imputan a los adictos, se ponen en marcha algunos específicos que generan en ella una mayor vulnerabilidad:

– Conducta valorada como moral o éticamente inaceptable.

– Pérdida de la valoración positiva y estima social inherente al cumplimiento de su rol (pareja, madre, etc.).

– Percepción social distorsionada en relación con la conducta sexual, falta de autocontrol, etc.

– La percepción de que una mujer adicta al consumo de sustancias psicoactivas es una persona “marcada” o “rota” de forma permanente, que no puede asumir el rol de mujer “socialmente aceptable”. Un ejemplo de esta cuestión es cómo la mujer drogodependiente raramente se empareja con un varón no consumidor, mientras que hay un porcentaje muy alto de varones adictos que se emparejan con mujeres no consumidoras

  • La menor permisividad social con que cuenta la mujer en el marco de su rol, ha supuesto un menor acceso de las mujeres a tratamiento, y menor capacidad de las redes de atención para objetivar la problemática de la mujer y generar una respuesta adecuada.
  • Silenciamiento del problema por parte de la mujer. Los valores masculinos han sido asociados a estatus y roles en la esfera pública, mientras que los de las mujeres se presentan en la esfera privada. (Reed, 1985), lo que dificulta la expresión del problema, quedándose recluida en dicha esfera.
  • El retraso o la no demanda de solicitud de ayuda, negando en muchas ocasiones activamente la existencia del problema. La mujer drogodependiente se encuentra en clara desventaja a la hora de acceder a tratamiento o a algún tipo de ayuda, por el riesgo colateral que supone de fracaso, aislamiento y pérdida de la valoración positiva en relación con el rol de género.
  • Peor situación económica, laboral y con familiares a su cargo (Memorias PMCD 2000, 2001, 2002, 2003; De la Cruz Godoy, 2001).

Barreda Marina, Ma Angeles “Capitulo 1 Aspectos diferenciales de la mujer adicta” Mujer y adicción; Aspectos diferenciales y aproximación a un modelo de intervención. Madrid Instituto de adicciones, España 2005

 

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